jueves, 27 de diciembre de 2012

Juan Martínez Villergas LX




    Del Romanticismo al Realismo : Actas del I Coloquio de la Sociedad de Literatura Española del Siglo XIX (Barcelona, 24-26 de octubre de 1996)
     edición a cargo de Luis F. Díaz Larios, Enrique Miralles

«¡Mueran los clásicos!, ¡mueran los románticos!, ¡muera todo!». Juan Martínez Villergas y la sátira del tema literario (1842-1846)
Asunción GARCÍA TARANCÓN
I.N.B. Jaume I (Castellón)
Introducción.
     La fórmula imprecatoria con que intitulamos este estudio pertenece a Antonio Ferrer de Río, quien, en su Galería de la literatura española, 1846,  resume en la citada expresión la opinión que tenía de Villergas como «escritor satírico». A gran distancia del momento en que Ferrer del Río describía el «felicísimo ingenio» de Villergas con estos términos, puede decirse que sus poesías satíricas de tema literario constituyen un buen ejemplo de apostasía tanto del Romanticismo como del Neoclasicismo. No obstante, aceptar ¡muera todo! no resuelve los problemas que plantea el análisis de su poesía satírica.
     En esclarecer dichos problemas se fundamentan los objetivos que se persiguen en este breve ensayo. El tema que se aborda versa sobre el romanticismo social, a partir del análisis de las relaciones intertextuales que, en la obra de Villergas, mantienen las sátiras en verso de las Poesías Jocosas y satíricas, 1842, y de Los siete mil pecados capitales, 1846, con las novelas cortas de El Cancionero del Pueblo, 1844, y con la extensa novela Los Misterios de Madrid, 1844-45.
     El examen del contexto literario en que tiene lugar la ejecución de la obra de Villergas, y la relación que éste mantiene con el extraliterario de la vida social del autor, resulta imprescindible para precisar los términos literarios con que se designa a una concreta materia textual en el conjunto de la producción del poeta. Como apunta Marrast, «las implicaciones politicosociales de las posturas estéticas y de las obras que las ilustran» permiten discernir con mayor claridad el lugar que los escritores ocupan   dentro del movimiento en el que están inmersos, y del que sus textos revelan determinados aspectos».   A las implicaciones politicosociales de la actitud estética de Villergas tendremos que referirnos en varias ocasiones durante este trabajo. Pero vayamos por partes, ahora tenemos que detenemos en una breve reseña biográfica del autor.
1. El Autor.
     La azarosa vida de Juan Martínez Villergas es difícil de sintetizar en pocas líneas, al igual que sucede al tratar de reunir su abundante producción literaria que, como periodista de fama, escritor de costumbres, poeta festivo, autor teatral, novelista y crítico literario, dio a la imprenta en el transcurso de su dilatada existencia (1817-1894 ).
     Villergas, natural de Gomeznarro, provincia de Valladolid, se instala en Madrid en 1834, a los 17 años. Su familia, de origen humilde y carente de recursos económicos, le proporcionó la única educación elemental que podía impartir un maestro de escuela rural en el primer tercio del siglo XIX. Con esta precaria formación, abrirse camino en la ciudad para medrar como literato no era tarea fácil. Pero desde su llegada a la capital madrileña, Villergas demostró una gran curiosidad intelectual, y se dedicó con esfuerzo a completar la educación que había recibido en su pueblo natal, concurriendo a las bibliotecas y leyendo toda obra que caía en sus manos. Por aquel tiempo, sus gustos literarios se inclinaban hacia la poesía festiva y satírica. Los cuadros de Mesonero Romanos, las letrillas jocosas de Bretón de los Herreros y los romances de Quevedo fueron decisivos en su vocación de poeta satírico.
     A su empeño personal y a una serie de fortuitas circunstancias socio-políticas se debe su rápida entrada en el mundo de las letras, que se produce a través de sus colaboraciones en el periodismo. Su merecida fama de versificador de sátira política comienza en 1840, con la publicación de unas hojas sueltas de tendencia republicana destinadas a combatir las transacciones del Gobierno Provisional con la Corte, tras el   pronunciamiento de septiembre de 1840.  Su ideario político liberal progresista y republicano, de herencia paterna, pues sus padres fueron «patriotas, antirrealistas y represaliados»,   influirá en su pasión por la polémica y por la sátira de tema político.
     A partir de 1840 Villergas ya no tendría descanso. «Luchaba en la política por sus ideales, y en las letras dio comienzo a una guerra despiadada y violenta contra algunos reputados escritores, (Gil y Zárate, Bretón de los Herreros y Ventura de la Vega, entre otros). Con una laboriosidad ejemplar alternaba sus trabajos periodísticos con algunas producciones para el teatro»,  ) y la publicación de sus poesías, dispersas por numerosas revistas, en forma de libro. «Lo movían anhelos de gloria política y fama literaria»,  y por estos afanes escribió de todo, «sin reparar que no para todo servía».  No obstante, Villergas consiguió la fama que tanto anhelaba por su robusta inspiración para la sátira personal, que con tanto furor dirigía contra Narváez como contra sus compañeros de la prensa y de la literatura.
     Hasta aquí los sucintos datos biográficos necesarios para abordar los objetivos que interesan al tema que nos ocupa.
2. Vejamen anti-romántico, vejamen anti-clasicista en la sátira de J. M. Villergas.
     Villergas escribió a lo largo de su vida dos libros de poesía festiva y satírica: Poesías jocosas y satíricas, 1842,  y Los siete mil pecados capitales, 1846. Del   primero hubo tres ediciones posteriores, 1847, 1857, 1885;  del segundo no hemos conseguido ver otra edición distinta a la de 1846. Ambos libros contienen composiciones de toda clase de temas: social, costumbres, político y de crítica lingüística y literaria.
     La materia textual que nos interesa es la serie de poesías de crítica lingüística y literaria que constituyen un ejemplo ilustrativo de vejamen, anti-romántico y anti-neoclasicista. Salvo algunas excepciones, la sátira contra los románticos comparece junto a la sátira contra los neoclásicos en una misma poesía. Circunstancia esta que no contribuye a dilucidar que propósitos guían al poeta en sus acometidas contra unos y contra otros, ni a conocer el grado de desaprobación que les profesa o en pro de qué manifiesta sus repulsas ante las opuestas estéticas del Romanticismo y del Neoclasicismo.
     Los vicios y errores que detecta en el Romanticismo son: verbosidad, afectación, el plagio, la traducción arbitraria, el amiguismo, el pandillaje, la «oligarquía literaria»; los caprichos de la moda romántica: poses, indumentaria, aspecto físico en general. Los motivos que ilustran su anticlasicismo son: el anacronismo de los temas, la subordinación a los preceptos métricos, que constriñen o encorsetan la imaginación, la retórica de estilo; su ataque se concentra en los preceptistas de la literatura. En ambos casos, la sátira de tema literario de Villergas se caracteriza por una tipificación elemental, pues se ajusta a los tópicos más comunes y reiterativos que utilizaron los detractores de ambos movimientos. Romanticismo y Neoclasicismo le inspiran igual sentimiento de ridículo, y la propuesta de una opción que las superase no está presente de un modo claro en su sátira. ¿Indiferencia?, ¿insensibilidad artística?, ¿falta de compromiso? Ceder ante estas preguntas e interpretarlas como asertos reducirían nuestro trabajo a un inventario de temas y motivos recurrentes con anotaciones expletivas.
     Entre 1482 y 1846, es probable que los debates sobre temas de estética sólo importaran a Villergas como algo anecdótico. Tal vez le moviera a escribir sobre ellos un interés práctico: «meter ruido para abrirse camino en la palestra literaria». Pero su apostasía del romanticismo y del clasicismo, su actitud de inanidad frente a la literatura de su tiempo tienen para nosotros un reverso que consciente o inconscientemente Villergas transmitió a sus coetáneos. El reverso del que hablamos no puede extraerse de la lectura literal de las poesías, su interpretación podemos obtenerla a partir de las relaciones intertextuales que aquellas mantienen y se manifiestan en obras de otro género, es decir, ajeno a la sátira en verso. Las declaraciones que Villergas hace en los prólogos a sus obras en prosa y las digresiones que incorpora en el relato de sus novelas  son de enorme interés, y constituyen el punto clave para investigar y dilucidar aspectos no subrayados sobre la intencionalidad del autor en el cultivo de la sátira.
     La producción literaria de Villergas, que consideramos básica en la confección de este trabajo, nos permite averiguar el grado cualitativo de su rechazo del movimiento romántico. Su actitud estética ante el romanticismo está lleno de implicaciones político-sociales de capital importancia, y únicamente desde esta perspectiva puede abordarse la actividad investigadora. Por razones que dimanan de su contenido, el apartado que sigue se intitula Romanticismo social, y en él son examinados los argumentos que vinculan a Villergas con dicha tendencia.
3. Romanticismo social.
     El anti-romanticismo de Villergas fustiga los tópicos más comunes del movimiento: afectación, verbosidad, inmoralidad, plagio, etc., son los lugares comunes contra los que arremete. Pero, a su vez, Villergas muestra en otras ocasiones sus simpatías por el Romanticismo, aunque éstas no las escriba en verso y sean desarrolladas de una forma asistemática en sus novelas cortas de El Cancionero del Pueblo, 1844-45 y en la extensa. 
                                                                                Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario