Del
Romanticismo al Realismo : Actas del I Coloquio de la Sociedad de Literatura
Española del Siglo XIX (Barcelona, 24-26 de octubre de 1996)
edición a cargo de Luis F. Díaz Larios, Enrique Miralles |
«¡Mueran los clásicos!, ¡mueran los
románticos!, ¡muera todo!». Juan Martínez Villergas y la sátira del tema
literario (1842-1846)
Asunción GARCÍA TARANCÓN
I.N.B. Jaume I (Castellón)
Introducción.
La
fórmula imprecatoria con que intitulamos este estudio pertenece a Antonio
Ferrer de Río, quien, en su Galería de la literatura española, 1846,
resume en la citada expresión la opinión
que tenía de Villergas como «escritor satírico». A gran distancia del momento
en que Ferrer del Río describía el «felicísimo ingenio» de Villergas con estos
términos, puede decirse que sus poesías satíricas de tema literario constituyen
un buen ejemplo de apostasía tanto del Romanticismo como del Neoclasicismo. No
obstante, aceptar ¡muera todo! no resuelve los problemas que plantea el
análisis de su poesía satírica.
En
esclarecer dichos problemas se fundamentan los objetivos que se persiguen en
este breve ensayo. El tema que se aborda versa sobre el romanticismo social, a
partir del análisis de las relaciones intertextuales que, en la obra de
Villergas, mantienen las sátiras en verso de las Poesías Jocosas y satíricas,
1842, y de Los siete mil pecados capitales, 1846, con las novelas cortas
de El Cancionero del Pueblo, 1844, y con la extensa novela Los
Misterios de Madrid, 1844-45.
El
examen del contexto literario en que tiene lugar la ejecución de la obra de
Villergas, y la relación que éste mantiene con el extraliterario de la vida
social del autor, resulta imprescindible para precisar los términos literarios
con que se designa a una concreta materia textual en el conjunto de la
producción del poeta. Como apunta Marrast, «las implicaciones politicosociales
de las posturas estéticas y de las obras que las ilustran» permiten discernir
con mayor claridad el lugar que los escritores ocupan dentro del movimiento en el que están
inmersos, y del que sus textos revelan determinados aspectos». A las implicaciones
politicosociales de la actitud estética de Villergas tendremos que
referirnos en varias ocasiones durante este trabajo. Pero vayamos por partes,
ahora tenemos que detenemos en una breve reseña biográfica del autor.
1. El Autor.
La
azarosa vida de Juan Martínez Villergas es difícil de sintetizar en pocas
líneas, al igual que sucede al tratar de reunir su abundante producción
literaria que, como periodista de fama, escritor de costumbres, poeta festivo,
autor teatral, novelista y crítico literario, dio a la imprenta en el transcurso
de su dilatada existencia (1817-1894 ).
Villergas,
natural de Gomeznarro, provincia de Valladolid, se instala en Madrid en 1834, a
los 17 años. Su familia, de origen humilde y carente de recursos económicos, le
proporcionó la única educación elemental que podía impartir un maestro de
escuela rural en el primer tercio del siglo XIX. Con esta precaria formación,
abrirse camino en la ciudad para medrar como literato no era tarea fácil. Pero
desde su llegada a la capital madrileña, Villergas demostró una gran curiosidad
intelectual, y se dedicó con esfuerzo a completar la educación que había
recibido en su pueblo natal, concurriendo a las bibliotecas y leyendo toda obra
que caía en sus manos. Por aquel tiempo, sus gustos literarios se inclinaban
hacia la poesía festiva y satírica. Los cuadros de Mesonero Romanos, las
letrillas jocosas de Bretón de los Herreros y los romances de Quevedo fueron
decisivos en su vocación de poeta satírico.
A
su empeño personal y a una serie de fortuitas circunstancias socio-políticas se
debe su rápida entrada en el mundo de las letras, que se produce a través de
sus colaboraciones en el periodismo. Su merecida fama de versificador de sátira
política comienza en 1840, con la publicación de unas hojas sueltas de
tendencia republicana destinadas a combatir las transacciones del Gobierno
Provisional con la Corte, tras el pronunciamiento de septiembre de 1840.
Su ideario político liberal progresista
y republicano, de herencia paterna, pues sus padres fueron «patriotas,
antirrealistas y represaliados», influirá en su pasión por la polémica y por la
sátira de tema político.
A
partir de 1840 Villergas ya no tendría descanso. «Luchaba en la política por
sus ideales, y en las letras dio comienzo a una guerra despiadada y violenta
contra algunos reputados escritores, (Gil y Zárate, Bretón de los Herreros y
Ventura de la Vega, entre otros). Con una laboriosidad ejemplar alternaba sus
trabajos periodísticos con algunas producciones para el teatro», ) y
la publicación de sus poesías, dispersas por numerosas revistas, en forma de
libro. «Lo movían anhelos de gloria política y fama literaria»,
y por estos afanes escribió de todo,
«sin reparar que no para todo servía».
No obstante, Villergas consiguió la fama
que tanto anhelaba por su robusta inspiración para la sátira personal, que con
tanto furor dirigía contra Narváez como contra sus compañeros de la prensa y de
la literatura.
Hasta
aquí los sucintos datos biográficos necesarios para abordar los objetivos que
interesan al tema que nos ocupa.
2. Vejamen
anti-romántico, vejamen anti-clasicista en la sátira de J. M. Villergas.
Villergas
escribió a lo largo de su vida dos libros de poesía festiva y satírica: Poesías
jocosas y satíricas, 1842,
y Los siete mil pecados capitales,
1846.
Del primero hubo tres ediciones posteriores, 1847,
1857, 1885;
del segundo no hemos conseguido ver otra
edición distinta a la de 1846. Ambos libros contienen composiciones de toda
clase de temas: social, costumbres, político y de crítica lingüística y
literaria.
La
materia textual que nos interesa es la serie de poesías de crítica lingüística
y literaria que constituyen un ejemplo ilustrativo de vejamen, anti-romántico y
anti-neoclasicista. Salvo algunas excepciones, la sátira contra los románticos
comparece junto a la sátira contra los neoclásicos en una misma poesía.
Circunstancia esta que no contribuye a dilucidar que propósitos guían al poeta
en sus acometidas contra unos y contra otros, ni a conocer el grado de
desaprobación que les profesa o en pro de qué manifiesta sus repulsas ante las
opuestas estéticas del Romanticismo y del Neoclasicismo.
Los
vicios y errores que detecta en el Romanticismo son: verbosidad, afectación, el
plagio, la traducción arbitraria, el amiguismo, el pandillaje, la «oligarquía
literaria»; los caprichos de la moda romántica: poses, indumentaria, aspecto
físico en general. Los motivos que ilustran su anticlasicismo son: el
anacronismo de los temas, la subordinación a los preceptos métricos, que
constriñen o encorsetan la imaginación, la retórica de estilo; su ataque se
concentra en los preceptistas de la literatura. En ambos casos, la sátira de
tema literario de Villergas se caracteriza por una tipificación elemental, pues
se ajusta a los tópicos más comunes y reiterativos que utilizaron los
detractores de ambos movimientos. Romanticismo y Neoclasicismo le inspiran
igual sentimiento de ridículo, y la propuesta de una opción que las superase no
está presente de un modo claro en su sátira. ¿Indiferencia?, ¿insensibilidad
artística?, ¿falta de compromiso? Ceder ante estas preguntas e interpretarlas
como asertos reducirían nuestro trabajo a un inventario de temas y motivos
recurrentes con anotaciones expletivas.
Entre
1482 y 1846, es probable que los debates sobre temas de estética sólo
importaran a Villergas como algo anecdótico. Tal vez le moviera a escribir
sobre ellos un interés práctico: «meter ruido para abrirse camino en la
palestra literaria». Pero su apostasía del romanticismo y del clasicismo, su
actitud de inanidad frente a la literatura de su tiempo tienen para nosotros un
reverso que consciente o inconscientemente Villergas transmitió a sus
coetáneos. El reverso del que hablamos no puede extraerse de la lectura literal
de las poesías, su interpretación podemos obtenerla a partir de las relaciones
intertextuales que aquellas mantienen y se manifiestan en obras de otro género,
es decir, ajeno a la sátira en verso. Las declaraciones que Villergas hace en
los prólogos a sus obras en prosa y las digresiones que incorpora en el relato
de sus novelas son de enorme interés, y
constituyen el punto clave para investigar y dilucidar aspectos no subrayados
sobre la intencionalidad del autor en el cultivo de la sátira.
La
producción literaria de Villergas, que consideramos básica en la confección de
este trabajo, nos permite averiguar el grado cualitativo de su rechazo del
movimiento romántico. Su actitud estética ante el romanticismo está lleno de
implicaciones político-sociales de capital importancia, y únicamente desde esta
perspectiva puede abordarse la actividad investigadora. Por razones que dimanan
de su contenido, el apartado que sigue se intitula Romanticismo social, y en él
son examinados los argumentos que vinculan a Villergas con dicha tendencia.
3.
Romanticismo social.
El anti-romanticismo
de Villergas fustiga los tópicos más comunes del movimiento: afectación,
verbosidad, inmoralidad, plagio, etc., son los lugares comunes contra los que
arremete. Pero, a su vez, Villergas muestra en otras ocasiones sus simpatías
por el Romanticismo, aunque éstas no las escriba en verso y sean desarrolladas
de una forma asistemática en sus novelas cortas de El Cancionero del Pueblo,
1844-45 y en la extensa. Continuará...
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