jueves, 27 de febrero de 2014

Juan Martínez Villergas LXXVII



Composición dedicada a mi amigo D. Manuel Juan Diana  (Sevilla, 18 de Octubre  de 1814 - Madrid, 27 de Mayo  de 1881), novelista, dramaturgo y periodista del Romanticismo.

 Martínez Villergas: ¿futurólogo o realista?


Mi casa
Juan, yo vivo, a fe de Juan,       
que Juan me llamo también,
en el portal de belén
y en la manzana de Adán.

Y por si aún hay mamarrachos
que desconozcan la ruta,
calle de árboles sin fruta,
y casa de vacas machos.

Como el andar por el suelo
es tan bajo y terrenal
vivo en cuarto principal
esto es, bajando del cielo.

Húmeda obscura y en falso
una escalera se ofrece
que en lo estrecha me parece
la escalera del cadalso:

De alta desafía al sol
su construcción a la moda,
no será de concha toda,
pero sí de caracol.

Los pasos no están escasos
tan malos a la verdad
que sin ser mi voluntad
ando siempre en malos pasos.

Aunque la razón me tasa
la extensión de este capítulo,
pues debo, según el título,
circunscribirme a mi casa:

Perdone la brevedad
mí flujo de describir;
porque antes quiero decir
algo de la vecindad.

Tengo para más trabajos
dos cuartos bajos, y os digo
que muy de veras maldigo
los pícaros cuartos bajos.

No pudo el hado severo
darme tormento mayor
que en el uno un herrador
y en el otro un cerrajero.

Porque les oigo ¡caramba!
Mientras sudo en una copla,
el uno, sopla que sopla,
y el otro, zumba que tamba.

Responden al retintín
en el cuarto principal
donde vive un infernal
maestro de violín.

Es inteligente y diestro,
hace los trinos jugando;
mas de rabia estoy trinando
con los trinos del maestro;

Y aunque aturde los oídos
el reñirle no está bien:
pues al cabo su sostén
se le dan los sostenidos.

Del segundo es mi vecina
una viuda, y desafío
a que lo es del Monte Pío,
pues parece una sardina.

Tiene, cargadas de espaldas,
dos hijas, y ambas a dos
tan feas que, vive Dios,
parecen grajos con faldas.

No sé quién cose o quién borda,
sé que el sufrimiento apuran,
pues como sólo procuran
engañar al sursum-corda:

A todos tienen tan hartos
cánticos, bailes y truenos,
que ellas solas hacen buenos
a los de los otros cuartos.

Pero no más digresión,
vamos a cosas más ciertas
que ya estamos a las puertas
de mi humilde habitación;

En las cuales bien se advierte
que no debemos parar,
porque en ellas es estar
a las puertas de la muerte.

Entrad y salga quien salga
que el cuarto que veis al paso
no está, por Dios, tan escaso
Que dos ochavos no valga.

Y el que juzgue mi aposento
extremadamente malo
que me lleve algún regalo
tendrá buen recibimiento.

Lo que es la cocina, peco
si se la llego a ofrecer,
porque la puede esconder
en el bolso del chaleco.



Hablando con rigorismo,
constituyen la espetera
un cucharón de madera,
y un tenedor de lo mismo.

Sólo mueble servidor
a quien con fatigas baldo,
porque en mi casa hasta el caldo
se come con tenedor.

Un almirez quiere en vano
disimular que es de cobre;
y está manco, pues el pobre
no tiene más que una mano.

Tengo una cazuela sola,
en puchero hecho pedazos,
un fogón sin fogonazos
con chimenea española.

Y harto de verla me pesa
os lo juro por el sol,
que aunque soy muy español,
mas la quisiera francesa.

También hay un cuarto al lado
que nada acierto a decirle,
y excusado es describirle,
por ser él muy excusado.

Mas de mi pobre morada,
si bien en ello se piensa,
lo más limpio es la despensa,
como que dentro no hay nada.

Acaso es dura esta soba,
sin duda es loco mi empeño;
pero por si causa sueño
zampémonos en la alcoba.

La cama no está colgada
que aunque haya más de sufrir
antes que ahorcada morir
quiere morir arrastrada.

Jergón no le vi jamás,
por colchón hay cualquier cosa,
por almohada una baldosa,
y una sábana no más:

Con unos ojos que espanta,
tan mártir de noche y día,
que más que sábana mía
parece sábana santa.

Para castigo de malos
se hizo la manta fatal,
pues más que la manta tal
vale una manta de palos.

Las vidrieras como soy
yo mismo las he forjado
de cristal elaborado
en las fabricas de Alcoy.

Hay cortinas con florones
que adornándolas están;
grandes rasgos no tendrán
Pero sí grandes rasgones.

Aunque siempre voy con gala,
desde la cama a la mesa
aquí pasar me interesa
desde la alcoba a la sala.

Y no porque me deleita
cuanto encierra, riada de eso,
la pintura es puro yeso
y las alfombras de pleita.

Y cuanto hallemos al paso
tan trabucado se topa
que tiene el cielo de estopa
en lugar de cielo raso.

Hay un candil, mueble vil,
colgado en un agujero
tan hondo que el mundo entero
puede arder en mi candil.

Y una ventana cercana
tan grande sobremanera,
que puedo echar cuando quiera,
la casa por la ventana.

No es la tapia de alabastro;
pero está llena a fe mía
de cuadros, de prendería,
por no decir que del Rastro,

Herrera está con esplín
a Churriguera escupiendo,
y Calderón sacudiendo
cachetes a Moratín.

Hay una virgen de palo
pendiente de un hilo agudo,
y pegada con engrudo
la vida del hombre malo.

Un Cristo de hoja de lata
que harto me da que sentir
pues bien quisiera decir:
ojo al Cristo que es de plato.

Pero el grupo nunca visto
en tal paupérrimo enjambre
es junto al cuadro del hambre,
la cena de Jesucristo.

Y de esta alhaja tan buena
no me desharé en la vida
pues si nos falta comida
justo es que tengamos cena.

Mi desgracia o mi fortuna
entre tanto mueble viejo
me dio también un espejo
anochecido y sin luna.

Cóncavo está como un barco
y no es de Arlú la invención
ni de Tulio Cicerón
pues se olvidaron del Marco.

Está roto, y lo prefiero
que así presenta, no es broma,
dos cuerpos a quien se asoma,
que es más que de cuerpo entero.

Por los vientos azotado
tan tímido y singular,
que no hace más que temblar
y eso que no está azogado.

Por detrás de este embeleco
hay papeles, papeletas,
calendarios y tarjetas
una bula y no de Meco.

Y aun los billetes atranco
del Instituto y Museo
que aunque alagan mi deseo
mas los quisiera de Banco.

Hay una mesa después
tullida, de media anqueta
y una silla de baqueta
con dos brazos y tres pies.

Tengo para distracción
papel, regla, lapicero,
y un asombroso tintero
fabricado en Alcorcón.

Tan Mísero y desgraciado
en este mundo maldito,
que sin maldito delito
le tengo siempre emplumado.

Y aunque a tales aflicciones
la miseria le redujo
pudo tener gran influjo
en la cuestión de algodones.

La tinta es agua y no pinta,
y así tan raro producto
le sabréis por buen conducto;
pero no de buena tinta.

Pueda pintaros si quiero
más de lo que queda atrás;
pero todo lo demás
Me lo dejo en el tintero.

lunes, 24 de febrero de 2014

Juan Matínez Villergas LXXVI

...  algún tipo de relación con Chinchón:




Juan Martínez Villergas y Chinchón
UNA ANÉCDOTA DE BENITO HORTELANO.  
Retrato de Benito Hortelano que se encuentra en el Salón de Sesiones del Excmo. Ayuntamiento de Chinchón.
 
 Copio de Ernesto Morales: «El librero editor Benito Hortelano, obsequió... un ejemplar del libro "Viajes" de Sarmiento (Un libelo antiespañol que vendía en su librería de Buenos Aires) a un oficial de la corbeta española «Luisa Fernanda», visitante de este puerto; y a los pocos días el capitán de ella lo invitó a un almuerzo. Fue Hortelano, y se le recibió con ceremoniosa frialdad. A los postres, un sargento escoltado por dos guardias, trajo en una bandeja el libro de Sarmiento roto en pedazos. Se le hizo al estupefacto librero un breve proceso del cual salió convicto y confeso de «haber cometido un crimen de lesa patria introduciendo un libelo infamatorio de la nación española en donde ondea el pabellón de España». Todos los oficiales, entre bromas y veras, juraron batirse con ese Domingo Faustino Sarmiento donde lo hallasen, y el librero Hortelano se obligó a escribir a Martínez Villergas, entonces en París, y por todos conocido como satírico sin pelos en la lengua ni en la pluma, encargándole que escribiera una refutación».
Juan Martínez Villergas era, en efecto, un periodista vallisoletano agudo, desordenado y viajero, hombre de cultura vastísima, aunque apresurada. Sin hacerse rogar, a los cuatro meses, respondía al petitorio con un folleto en tres capítulos titulado: Sarmenticidio o a mal Sarmiento buena podadera, cuyo largo subtítulo: "Refutación, comentario, réplica, folleto o como quiera llamarse esta quisicosa que, en respuesta a los viajes publicados sin ton ni son por un tal Sarmiento, ha escrito a ratos perdidos un tal J. M. Villergas", indica ya la índole zumbona e hiriente del librillo impreso en la «Agencia General de la librería española y extranjera» de París, en 1853.
Se da la circunstancia de que Juan Martinez Villerga es coautor con Miguel Agustin Principe y

Vidaud, Gregorio Romero Larrañaga, Eduardo Asquerino y Gabriel Estrella de “Los amantes de Chinchón”. (Una parodia de los Amantes de Teruel) : pieza tragi-cómico-burlesca, en verso, editada por la Imprenta de los Operarios del mismo arte, en el año1848. Por lo que se desprende de esta anécdota debían ser conocidos Benito Hortelano y Juan Martinez Villergas, que llegó a Buenos Aires en el año 1874, tres años después de la muerte de nuestro paisano.