martes, 6 de marzo de 2012

Juan Martínez Villergas XXXVI

     Otro documento en el que Martínez Villergas nos da más de lo mismo: crítica, en este caso a Gutiérrez,(1)  a Mora (2)  y a Sarmiento (3).
     Se trata de una tésis doctoral  de Bárbara Rodríguez Martín, de la Universidad de la Laguna, bajo la dirección de María Belén Castro Morales. Consta de 936 páginas, de las que lógicamente he seleccionado solo aquellas en las que se hace referencia a nuestro paisano.

Tesis Doctoral de
BÁRBARA RODRÍGUEZ MARTÍN
Juan María Gutiérrez
y su contribución periodística (1833-1852)
a la crítica cultural hispanoamericana
Directora
MARÍA BELÉN CASTRO MORALES
Universidad de La Laguna

De igual modo en 1869 Gutiérrez había contribuido a la preservación de la poesía argentina, editando un tomo con sus propias composiciones juveniles titulado Poesías (Buenos Aires, Carlos Casavalle) y las Poesías de Florencio Balcarce, con
noticias sobre el autor y sus obras por los señores don Florencio Varela, don Ventura de la Vega, don J.M. Torres Caicedo (Buenos Aires, Imprenta de Mayo). La atención dilecta a autores nacionales es reveladora y tiene su máximo exponente en el Estudio sobre las obras y la persona del literato y publicista argentino D. Juan Cruz Varela (Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1871), aunque también son numerosos los folletos dedicados a los próceres y personajes públicos destacados.
     Entre 1873 y 1875 Gutiérrez ocupó con anterioridad a Sarmiento el cargo de jefe del Departamento de Escuelas de Provincia. Inspirado por la misma confianza en la educación que el presidente de la república, elaboró una Historia Argentina enseñada á los niños por sencillas preguntas y respuestas, desde el descubrimiento hasta la adopción de la Constitucion Nacional (Buenos Aires, Carlos Casavalle, 1873), a la que siguieron en 1877 una Geografía de la República Argentina, para uso de la juventud que se educa en sus escuelas y colegios (Buenos Aires, Carlos Casavalle) y una Historia
elemental del Continente Americano desde su descubrimiento hasta su Independencia para uso de las escuelas y colegios (Buenos Aires, Imprenta y Librería de Mayo). Retirado de la vida pública y profesional, Gutiérrez consagró sus últimos años a la investigación y el diálogo epistolar con otros estudiosos, intercambio que siempre le
había sido grato e indispensable para satisfacer su demanda de libros, documentos, datos, etc. Sin embargo, un hecho inesperado le hizo protagonizar una controversia muy sonada.
En 1872 la Academia Española de la Lengua, siguiendo las directrices de una política institucional cada vez más interesada por las antiguas colonias americanas 13 Esta obra tuvo una segunda edición en dos tomos en 1877 (Buenos Aires, Anales de la Universidad de Buenos Aires, Imprenta de Obras Clásicas).
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(cuyas iniciativas principales fueron la incorporación de Socios y la creación de Academias Correspondientes), había nombrado Académico Correspondiente Extranjero en representación de la República Argentina a Juan María Gutiérrez. Este no recibió la
notificación de dicho nombramiento hasta diciembre de 1875. Pero de inmediato hizo pública en el diario La Libertad la “Carta al Señor Secretario de la Academia Española”, declinando la distinción otorgada.
La determinación de Gutiérrez, miembro de multitud de instituciones científicas y culturales, tanto americanas como europeas, fue enérgicamente criticada por el español Juan Martínez Villergas en el periódico Antón Perulero que dirigía en Buenos
Aires. Ello dio inicio a una polémica epistolar entre ambos. Y es que bajo el pseudónimo “Un Porteño” Gutiérrez simuló terciar en el debate a favor de sí mismo, publicando diez cartas en las que rebatió las sucesivas críticas de Martínez Villergas y fundamentó la legitimidad de su decisión de rechazar el diploma académico14. El tenaz argentino, que también rechazó establecer con López y Alberdi una academia correspondiente, tuvo partidarios y detractores en toda América Latina.
Tras este célebre debate el nombre del polígrafo Juan María Gutiérrez sólo resonó en el continente con motivo de su muerte en febrero de 1878.
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Mora fue uno de los liberales emigrados más conocidos y admirados en Hispanoamérica. De una parte, este gaditano fue autor de los almanaques “No me olvides” (1824-1827) y redactor único del Museo Universal de Ciencias y Artes (1824-1826) y el Correo Literario y Político de Londres (1826), todos ellos editados en
Londres por Rudolph Ackermann y destinados al público hispanoamericano, para quien, según Lloréns, Mora escribía “con típico optimismo liberal que ve en América la tierra virgen donde toda reforma es posible sin los impedimentos tradicionales europeos”338.
De otra, Mora residió más de una década en el Nuevo Continente, donde tuvo un papel descollante en asuntos políticos y pedagógicos: de 1827 a 1828 fue consejero de Rivadavia y director de la Crónica Política y Literaria de Buenos Aires en Argentina, entre 1828 y 1831 vivió en Chile, de cuya constitución liberal fue autor, de 1831 a 1834 estuvo instalado en Perú, y, por último, entre 1834 y 1838 trabajó en Bolivia para el gobierno del general Santa Cruz. De hecho, cuando Mora regresó a Londres en 1838, lo hizo como cónsul de la Confederación Peruano-boliviana.
En Cartas de un Porteño Gutiérrez expuso la opinión que tuvo sobre Mora en contraposición a la que le merecía el “vocinglero” Juan Martínez Villergas. Es evidente que Gutiérrez cuenta a Mora entre “esos pocos pero meritorios españoles” que admira, pues escribe:
Hemos conocido a D. Jose Joaquín de Mora. Este sabio español que
tenía chispa para dar y prestar, pero que sabía hacerla lucir
oportunamente y con aticismo, fundó en Buenos Aires un diario cuyos artículos sobre materias de política se producen todavía en nuestra prensa.
Se guardo bien el señor Mora de caer en ridículo de empuñar una
palmeta de domine aldeano para corregir los yerros tipográficos de
los cajistas. Se guardo de zaherir a nadie, de corregir irritando; de
338 Vicente Lloréns, “Periódicos de la emigración”, op. cit., pág. 329.
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hacer reír y de representar el papel de payaso por razones de
conveniencia pecuniaria. Nos alecciono en la historia de la literatura
española; nos dio a conocer las extranjeras; nos enseno por el
ejemplo a emplear con urbanidad la lengua y la polémica y puede
decirse que fundó una escuela durante el corto tiempo que
permaneció entre nosotros.
Pero D. J. J. de Mora era del numero de aquellos españoles que
habían comenzado la reforma de su índole nativa y de su espíritu, por convencerse, como dice Blanc White, que debían olvidar lo que
habían aprendido en la tierra gobernada por el torero Fernando VII,
y rehacer su educación en la escuela practica de la libertad, en
Inglaterra. Para usar noblemente la lengua patria, se hicieron
maestros en las extranjeras, y no se amurallaron contra las
influencias de estas, como puede verse en las traducciones
magistrales del inglés  sobre economía política, sobre el jurado, sobre instituciones libres, muertas y enterradas hacia tiempo por el
despotismo fanático de la política espanola339 Es más, Gutiérrez concluye en la carta citada, fechada en enero de 1876: “Mora es digno de recuerdo y agradecimiento”340. Cuarenta años antes ya lo consideraba digno de traducción.
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La unanimidad de la crítica en este punto es absoluta. Según Viñas, el realismo y la desacralización convirtieron el “viaje utilitario” de Sarmiento en un “viaje balzaciano”, pues su “mirada sobre Europa ya no es más de reverencia, sino de ganas; no de contemplación platónica, sino de posesión”780. Y en efecto, incluso en “Ruan”
pueden leerse párrafos como el siguiente: “Eh! La Europa! triste mezcla de grandeza i de abyeccion, de saber i de embrutecimiento a la vez, sublime i sucio receptáculo detodo lo que al hombre eleva o le tiene degradado, reyes i lacayos, monumentos i lazaretos, opulencia i vida salvaje!”781. Sin duda, en Viajes la utopía no estuvo representada por el Viejo Continente sino por Estados Unidos, donde Sarmiento, como afirma Weinberg, “creyó hallar un modelo nuevo de la creación política y más aún, un nuevo criterio de las cosas humanas, un resultado conforme con las ideas de justicia y de igualdad”782.
Pero el artículo de Gutiérrez sobre el primer tomo de Viajes no alcanza a adentrarse en esos derroteros. ¿Qué motivó el cese de su publicación? Nada parece apuntar a una evasiva personal o al disgusto del autor (por el contrario, en 1850 Sarmiento estima que “la prensa de Chile ha juzgado favorablemente esta obra”783).
Cierto que décadas más tarde el publicista sanjuanino no dudó en imputar a Gutiérrez, 780 David Viñas, “El viaje balzaciano”, op. cit., Vol. I, pág. 42. 781 Domingo Faustino Sarmiento, “Ruan”, op. cit., pág. 86.
782 Félix Weinberg, “Sarmiento, Alberdi, Varela: viajeros argentinos por Europa”, en Domingo Faustino Sarmiento, op. cit., pág. 1020.
783 Afirmación realizada por Sarmiento en Recuerdos de provincia (1850) y reproducida en Domingo Faustino Sarmiento, Juicios críticos del propio Sarmiento”, op. cit., pág. 1087. 396
corrector de pruebas de Viajes, las críticas realizadas por Juan Martínez Villergas a esta obra en Sarmenticidio, o A mal Sarmiento, buena podadera784 (1853).
Llegados a este punto, sólo cabe señalar que, aunque está estrechamente vinculada a la figura de un escritor tan prolífico y exitoso como Sarmiento, la labor de Gutiérrez como reseñador no deja de tener un carácter subsidiario dentro de su obra chilena. La impostura en la reseña de Facundo y el escaso rigor analítico en el artículo sobre Viajes son síntomas evidentes de ello.
Tal vez el gran crítico de la obra de Echeverría tuvo motivos personales, ideológicos, estéticos..., para no esmerarse en sus trabajos sobre Sarmiento. Tal vez se vio forzado por el compromiso (o alguna otra causa) a escribir algo que no le interesaba.
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(1)  Nació en Buenos Aires en 1809. Investigador de la historia, crítico literario, novelista, poeta, antologista, polemista, narrador, erudito, bibliófilo, hombre de letras al fin; funcionario, ministro, constituyente, diputado, Rector de la Universidad de Buenos Aires, Presidente del Consejo de Instrucción Pública, Jefe del Departamento de Escuelas, hombre público en diversas facetas, Juan María Gutiérrez es considerado uno de los más grandes promotores de la cultura argentina desde los comienzos de la Nación y durante buena parte del siglo XIX.

(2)  Bosquejo de su biografía en el documento
(3)  Este ilustre prócer llegó a ser, desde su multifacética obra, un gran luchador y una de las figuras más importantes de la historia latinoamericana: fue maestro, subteniente de milicias, escritor, periodista, senador, ministro, director general de escuelas, sociólogo, diplomático, gobernador, hasta convertirse en presidente de la Argentina.

Fue un activo militante político, lo que lo llevó varias veces al exilio, principalmente debido a su oposición a Rosas y al caudillo riojano Facundo Quiroga. En Chile, su actividad fue muy notable, tanto en la enseñanza (se le confió la organización de la primera escuela del magisterio de Sudamérica) como en el periodismo (publicó artículos en El Mercurio de Valparaiso y en El Progreso de Santiago). Visitó además Estados Unidos y Europa, donde publicó obras literarias y conoció a pedagogos y escritores.

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