sábado, 24 de marzo de 2012

Juan Martínez Villergas XXXIX

En Argentina  III


 LA NACIÓN Y LOS COMBATES POR LA LENGUA
por Fernando Alfón

     A consecuencia de esta decisión de Gutiérrez, se producen  una serie de escritos en periódicos de la época, unos a favor de la misma y otros discrepando de ella, destacando los producidos en La Nación por Francisco A. Berra y Mariano A. Pelliza.

     Al mismo tiempo que sucedía este altercado en La Nación, en otros periódicos polemiza el mismísimo Juan María Gutiérrez con el español Juan Martínez Villergas, publicista, epigramatario y literato que se encontraba, a la sazón, en Buenos Aires. Villergas ya era autor de un Sarmienticidio, imprecación que, según informa la portada de su edición francesa (Paris, 1853), puede llamarse, también, «A mal Sarmiento buena podadera...» Con las notas que publicará en Antón Perulero —semanario de su autoría— intentará, ahora, componer un Gutierricidio. Lo compendiaré.

En la primera nota, creyendo que fue Gutiérrez el que demoró en responder y no la Academia en hacer llegar su diploma, Villergas se afirma en que el rechazo debe tener una explicación, y la única posible, pues no encuentra más que «peregrinas ocurrencias» en el descargo de Gutiérrez, es que debió de haber inferido alguna ofensa en el escrito del secretario de la Academia. Rumia luego, agrega, durante dos años esa ofensa y compone, a destiempo, el desaire conque devuelve el diploma. En su hermenéutica, Villergas no sospecha ninguna raíz histórica, ninguna querella de antaño sobre la lengua, ni nada que no sea una afrenta anecdótica. «Gordo, pues, muy gordo debe ser el agravio que el señor Gutiérrez ha recibido; tanto que, además de aconsejarle lo que el mundo tomará por una ingratitud, y aun por una infracción de las leyes de la urbanidad, le ha trastornado el cerebro hasta el punto de hacerle decir cosas indignas de un hombre de indisputable talento...»
En la segunda nota, Villergas, que antes trató de adivinar por qué Gutiérrez rechazó el diploma, ahora intenta adivinar la reacción que tendrán los académicos, en Madrid, al leer la carta excusadora. Imagina que se pondrán muy tristes, taciturnos, melancólicos, macilentos y sus semblantes se pondrán mustios, primero; luego, a medida que el secretario vaya leyendo la carta magna impolítica, «que así debe-mos nombrar a la de D. Juan Gutiérrez», irán serenándose, más tarde, consolándose, y por fin, alegrándose, hasta el extremo de acabar llorando de risa. Villergas, agregando como nuevo defecto de Gutiérrez el estilo impuro de su prosa, insiste en que la carta no es más que «pullas», esto es, una suma de sandeces y diversiones para el lector.
Una semana después, tocaya de las dos anteriores, aparece la tercera nota. Villergas, que leyó la cosmopolitización del oído porteño como la formación de una lengua segregada, rechaza la idea de que, por oír varios idiomas, vayan ellos a confundirse al punto de forjar uno nuevo. No cree que ello suceda en Madrid, ni en París, ni en Londres, ni en cualquier ciudad de los Estados Unidos. «El oír hablar diferentes idiomas puede dar a las personas de criterio ocasión para estudiados, pero no para confundidos...» Villergas cree que eso de formar un idioma nacional es extravagancia muy de argentinos, pues no registran otros países, como los Estados Unidos por ejemplo, una pretensión tal. Parece no estar al corriente de Noah Webster y su american tongue, que será antecedente de una efervescencia americanista que llegará hasta el American Language de Henry Louis Mencken. En el Río de La Plata hay una insistencia querellante con respecto a la lengua, aunque no exclusividad. No obstante, no debió asombrarse Villergas de la querella argentina; raro hubiera sido que, habiendo existido una emancipación americana de Europa, nadie hubiera dicho nada en relación a la emancipación de la lengua.

1 comentario:

  1. Hola Don Pedro. Soy Álvaro que he sido tu alumno en el 1º ESO en el Instituto Pedro I.

    Nos seguimos y muchos abrazos.

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