viernes, 31 de enero de 2014

Juan Martínez Villergas LXXII

"Trotamundos Transatlántico" III


... su obra: A mal sarmiento, buena podadera, refutación comentario, réplica, ó como quiera llamarse esta quisicosa, que en respuesta a los Viajes publicados sin ton ni son por un tal Sarmiento, ha escrito a ratos perdidos un tal J.M. Villergas (1853). Uno de los énfasis de este folleto es la importancia de la hermandad entre los países hispanos, tema que reaparece en otros escritos suyos y compagina con sus ideas posteriores sobre la necesidad de que España se mantenga en posesión de Cuba. El número de reimpresiones del texto muestra su evidente interés a una comunidad internacional: Gómez Villaboa afirma que de él se hicieron “numerosas ediciones en Francia, en Bélgica, en Montevideo, en la República Argentina y en otros países” latinoamericanos (274).Así Villergas inicia la primera de muchas polémicas transatlánticas que siguen. En el año 1868 empieza a usar su periódico cubano, El Moro Muza –que antes se había dedicado a los asuntos culturales, esquivando en la mayoría de los casos el comentario político-- como una plataforma para oponerse a las ideas independentistas de Cuba. Esel mismo año en el que el periodista vuelve de una de sus estancias en España en la que se acaba de triunfar la “Revolución Gloriosa,” para encontrarse con una Cuba que comienza a experimentar los primeros tremores de la lucha independista, encarnados en una lucha que durará una década; la “Guerra de Diez Años” es la precursora de la de1895 que va a decidir la independencia de la isla. Las actividades latinoamericanas de Villergas de 1868 en adelante --centralmente en Cuba y durante un período relativamente breve en Argentina-- van a darle la reputación de un español patriota, escribiendo y actuando en defensa de todo lo peninsular frente a críticas y quejas de los países americanos independizados y por independizarse. Son años en los que Villergas va a negar consistentemente el derecho de Cuba de separarse de España, a pesar de sus años de apoyo acérrimo de las libertades del pueblo y su furor en contra de cualquier poder absoluto que le niegue su soberanía. Lo que hoy en día nos puede parecer discrepancia era fácilmente explicable para sus biógrafos españoles de finales del siglo XIX en adelante, como al parecer lo era para el mismo Villergas. Alonso Cortés, escribiendo en 1911, ve la posición de Villergas sin contradicción ni necesidad de defensa: Villergas afirmó muy á menudo –y estaba en lo cierto-- que una cosa era llamarse liberal en España y otra en Cuba, ya que los que allí tomaban esa denominación, profesaban doctrinas no
muy convenientes al interés de nuestra patria. Era cuestión de nombre. Por eso, sin abdicar de ideas –que no había porqué ni para qué, --Villergas dedicó todas sus energías en la Habana a trabajar en pro de España, y su nombre debe unirse al de los grandes patriotas.(140) Ningún biógrafo suyo –con la excepción del más reciente, García Castañeda— comenta el caso de que un hombre que había sacrificado tanto por la libertad de prensa en su propio país, ayude en la construcción de un partido pro-español que quería vedar ese mismo derecho a los cubanos.
No sólo es que no lo tiendan a cuestionar, sino que loaprueban con su uso de la palabra “acendrado” para describir tal
patriotismo. Nuestra intención no es juzgar esas actitudes sino señalarlas como indicativa de un fenómeno más amplio: los límites del liberalismo al traspasar las fronteras nacionales. La vida de Villergas ofrece un ejemplo extraordinario de tales límites por sus propios extremos de un republicano antes radical, ahora reaccionario. Donde más se ven los esfuerzos de Villergas de reivindicar el honor español es en su obra cubana. En 1869 Villergas inicia la tercera serie de El Moro Muza  involucrándose en los debates sobre la independencia de la isla que se extienden a ambos lados del Atlántico. Una ironía generada por las circunstancias de la vida de Villergas es que sus viajes continuos entre España y las Américas le permite seguir estrechamente afiliado con el partido republicano de España. Afiliación que mantiene yen la que insiste a pesar de ir en contra de la posición conocida del partido que favorecía la independencia de Cuba. Entre 1869 y 1871 Villergas se mete tanto con el Partido Republicano como con los cubanos pro-independistas cuando El Moro Muza  publica una serie de tratados titulada “España y sus enemigos”, la cual pretende delinear la historia del movimiento separatista en Cuba desde sus comienzos en 1851.Cuando el partido republicano español decide oponerse al envío de tropas a la isla, abogando públicamente por el abandono de la isla a los cubanos independentistas, Villergas por su parte publica una esquela que declara la muerte del partido. Una declaración que a su turno le gana a Villergas el estatus de “muerto”, o por lo menos “apóstata”, para muchos republicanos españoles. A comienzos de los setenta, Villergas además se alista en los Voluntarios Reales de Cuba, un grupo de españoles armados que fueron acusados por el partido republicano español de “intransigentes, crueles y sanguinarios”, tanto que algunos diputados liberales querían entablar una demanda contra ellos en las Cortes (Alonso Cortés 104). El cuerpo político en Cuba con el que fueron asociados los Voluntarios es el partido integrista, que tenía reputación de ser “reaccionario y aun esclavista” entre tanto los monárquicos liberales de España como entre los más progresistas (Alonso Cortés 110).En los tres años entre 1871 y 1874, años de unos debates continuos en las Cortes de Madrid sobre la esclavitud y la situación de las últimas colonias, Villergas vuelve a España para luchar con el partido republicano, que experimentaba sus propias divisiones ya marcadas para el último cuarto del siglo (Ayzagar 627). Se presenta para diputado en las elecciones de 1872 pero un sector del partido rechaza rotundamente su
participación. Un periódico madrileño liberal, El combate, acusa directamente a Villergas de apoyar el tráfico ilegal de esclavos: “no tendría vergüenza el liberal que diese su voto á quien había venido á tomar en Cuba el oro de la infamia en conciliábulos negreros” (escritor anónimo, citado por Alonso Cortés 107). Villergas entra en su propio combate con el desconocido que escribe el artículo, defendiéndose lo suficiente para salvar su reputación entre ciertos sectores del partido. Convence a algunos de sus antiguos compatriotas que le permitan presentarse en las siguientes elecciones, las cuales acaba ganando. Una vez en las Cortes, Villergas apoya la posesión española de Cuba desde su nueva posición como diputado republicano, pretendiendo dar otra perspectiva sobre los motivos de los insurrectos y defendiendo las acciones de los Voluntarios Reales. Entre otras explicaciones, acusa que los insurrectos son esclavistas mientras sostiene que los Voluntarios son “amantes del progreso en su inmensa mayoría, y por consiguiente no rechazan] ninguna reforma de las compatibles con la integridad nacional” (Alonso Cortés 111-12). A la vez, se ha notado que su actitud hacia la revolución como modo de cambiar la sociedad parece cambiar. Cuando el rey Amadeo abdica en 1874, Villergas vota por la república, pero con una nueva postura hacia los medios de efectuar la: la república que él deseaba no era la que vino á imperar en España, desordenada y anárquica, y así lo hizo notar claramente. Cuando las turbas pidieron, por medios violentos, la implantación de la república federal, reunióse la minoría que había estado de parte del gobierno, y uno de los que suscribieron el manifiesto contra los perturbadores del orden público, fue  Villergas.(Alonso Cortés 112-13)Un desacuerdo con el nuevo gobierno hace que dimita un puesto de cónsul que le habían ofrecido, precipitando su vuelta a Cuba en 1874, donde El Moro Muza va a sufrir primera vez, de falta de lectores, por lo que Villergas se marcha a Argentina en1875.La reputación de Villergas como prohombre español le precede a Argentina a causa de su todavía conocido
Sarmenticidio de hace veinte años. Durante su estancia en Buenos Aires (1875-76) sigue incitando a Sarmiento, ahora senador y ex-presidente de la República. También escribe para el órgano peninsular de Buenos Aires, El Correo Español, y funda un periódico de guerrilla político-literaria, Antón Perulero . Allí entabla una nueva polémica nacionalista de repercusiones internacionales, esta vez con Juan María Gutiérrez, conocido hoy en día como uno de los primeros críticos y maestros de las letras nacionales argentinas. Interesante asunto en el que Gutiérrez rehusa un sillón como miembro correspondiente en la Real Academia Española, citando que “llegar a académico significaba aceptar la tutela de una institución monárquica y extranjera que pretendía coartar la libertad lingüística de los americanos” (García Castañeda 144). La polémica sostenida entre el argentino Gutiérrez y el español Villergas se hizo muy pública e incitaba el interés general del público dado que “el tema de la discordia giraba en torno al lenguaje y a la salvaguardia del honor nacional respectivo” (García Castañeda 144).Después de otra ...                                                            Continuará

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