... su obra: A mal sarmiento,
buena podadera, refutación comentario, réplica, ó como quiera llamarse
esta quisicosa, que en respuesta a los Viajes publicados sin ton ni son por un
tal Sarmiento, ha escrito a ratos perdidos un tal J.M. Villergas (1853). Uno
de los énfasis de este folleto es la importancia de la hermandad
entre los países hispanos, tema que reaparece en otros escritos suyos y compagina
con sus ideas posteriores sobre la necesidad de que España se mantenga en posesión de
Cuba. El número de reimpresiones del texto muestra su evidente interés a una comunidad internacional: Gómez Villaboa
afirma que de él se hicieron “numerosas ediciones en Francia, en Bélgica, en
Montevideo, en la República Argentina y en otros países” latinoamericanos
(274).Así Villergas inicia la primera de muchas polémicas transatlánticas que
siguen. En el año 1868 empieza a usar su periódico cubano, El Moro Muza –que
antes se había dedicado a los asuntos culturales, esquivando en la mayoría de
los casos el comentario político--
como una plataforma para oponerse a las ideas independentistas de
Cuba. Esel mismo año en el que el periodista vuelve de una de sus
estancias en España en la que se acaba de triunfar la “Revolución Gloriosa,”
para encontrarse con una Cuba que comienza a experimentar los primeros tremores
de la lucha independista, encarnados en una lucha que durará una década; la
“Guerra de Diez Años” es la precursora de la de1895 que va a decidir la
independencia de la isla. Las actividades latinoamericanas de Villergas de
1868 en adelante --centralmente en Cuba y durante un período relativamente
breve en Argentina-- van a darle la reputación de un español patriota, escribiendo y actuando en defensa de todo lo
peninsular frente a críticas y quejas de los países americanos independizados
y por independizarse. Son años en los que Villergas va a
negar consistentemente el derecho de Cuba de separarse de España, a pesar de
sus años de apoyo acérrimo de las libertades del pueblo y
su furor en contra de cualquier poder absoluto que le niegue su soberanía. Lo
que hoy en día nos puede parecer discrepancia era fácilmente explicable para sus
biógrafos españoles de finales del siglo XIX en adelante, como al parecer lo
era para el mismo Villergas. Alonso Cortés, escribiendo en 1911, ve la posición
de Villergas sin contradicción ni necesidad de defensa: Villergas afirmó muy á menudo –y estaba en lo
cierto-- que una cosa era llamarse liberal en España y otra
en Cuba, ya que los que allí tomaban esa denominación, profesaban
doctrinas no
muy convenientes al interés de nuestra patria. Era
cuestión de nombre. Por eso, sin abdicar de ideas –que no
había porqué ni para qué, --Villergas dedicó todas sus energías en la
Habana a trabajar en pro de España, y su nombre debe unirse al de los
grandes patriotas.(140) Ningún biógrafo
suyo –con la excepción del más reciente, García Castañeda— comenta el caso de
que un hombre que había sacrificado tanto por la libertad de prensa en su propio
país, ayude en la construcción de un partido pro-español que quería vedar ese mismo
derecho a los cubanos.
No sólo es que no lo
tiendan a cuestionar, sino que loaprueban con su uso de la palabra
“acendrado” para describir tal
patriotismo. Nuestra intención no es juzgar esas
actitudes sino señalarlas como indicativa de un fenómeno más amplio: los límites del liberalismo al traspasar las
fronteras nacionales. La vida de Villergas ofrece un ejemplo
extraordinario de tales límites por sus propios extremos de un republicano
antes radical, ahora reaccionario. Donde más se ven los esfuerzos de
Villergas de reivindicar el honor español es en su obra cubana. En
1869 Villergas inicia la tercera serie de El Moro Muza involucrándose en
los debates sobre la independencia de la isla que se extienden a ambos lados del
Atlántico. Una ironía generada por las circunstancias de la vida de Villergas es que sus viajes continuos entre
España y las Américas le permite seguir estrechamente afiliado con el
partido republicano de España. Afiliación que mantiene yen la
que insiste a pesar de ir en contra de la posición conocida del partido
que favorecía la independencia de
Cuba. Entre 1869 y 1871 Villergas se mete tanto con el Partido
Republicano como con los cubanos pro-independistas cuando El Moro Muza publica una serie
de tratados titulada “España y sus enemigos”, la cual pretende delinear la historia del movimiento separatista
en Cuba desde sus comienzos en 1851.Cuando el partido republicano español
decide oponerse al envío de tropas a la isla, abogando públicamente por el
abandono de la isla a los cubanos independentistas, Villergas por su
parte publica una esquela que declara la muerte del partido. Una declaración que a su turno le gana a Villergas el
estatus de “muerto”, o por lo menos “apóstata”, para muchos republicanos
españoles. A comienzos de los setenta, Villergas además se
alista en los Voluntarios Reales de Cuba, un grupo de españoles armados que
fueron acusados por el partido republicano español de “intransigentes, crueles
y sanguinarios”, tanto que algunos diputados liberales querían
entablar una demanda contra ellos en las
Cortes (Alonso Cortés 104). El cuerpo político en Cuba con el que fueron
asociados los Voluntarios es el partido integrista, que tenía reputación de ser
“reaccionario y aun esclavista” entre tanto los monárquicos liberales de España
como entre los más progresistas (Alonso Cortés 110).En los
tres años entre 1871 y 1874, años de unos debates continuos en las
Cortes de Madrid sobre la esclavitud y la situación de las últimas
colonias, Villergas vuelve a España para
luchar con el partido republicano, que experimentaba sus propias divisiones
ya marcadas para el último cuarto del siglo
(Ayzagar 627). Se presenta para diputado en las elecciones de 1872
pero un sector del partido rechaza rotundamente su
participación. Un
periódico madrileño liberal, El combate, acusa directamente a Villergas de
apoyar el tráfico ilegal de esclavos: “no tendría vergüenza el liberal que
diese su voto á quien había venido á tomar
en Cuba el oro de la infamia en conciliábulos negreros” (escritor
anónimo, citado por Alonso Cortés 107). Villergas entra en su propio
combate con el desconocido que escribe el artículo, defendiéndose lo suficiente
para salvar su reputación entre ciertos sectores del partido. Convence a algunos de sus antiguos compatriotas que le
permitan presentarse en las siguientes elecciones, las cuales acaba
ganando. Una vez en las Cortes, Villergas apoya la posesión española
de Cuba desde su nueva posición como diputado republicano, pretendiendo dar
otra perspectiva sobre los motivos de los insurrectos y defendiendo las
acciones de los Voluntarios Reales. Entre otras explicaciones, acusa que
los insurrectos son esclavistas mientras
sostiene que los Voluntarios son “amantes del progreso en su inmensa mayoría, y
por consiguiente no rechazan] ninguna reforma de las compatibles con la
integridad nacional” (Alonso Cortés 111-12). A la vez, se ha notado que su
actitud hacia la revolución como modo de cambiar la sociedad parece cambiar. Cuando
el rey Amadeo abdica en 1874, Villergas vota por la república, pero con
una nueva postura hacia los medios de
efectuar la: la república que él deseaba no era la que vino á
imperar en España, desordenada y anárquica,
y así lo hizo notar claramente. Cuando las turbas pidieron, por medios
violentos, la implantación de la república federal, reunióse la minoría que
había estado de parte del gobierno, y uno de los que suscribieron el manifiesto
contra los perturbadores del orden público, fue Villergas.(Alonso
Cortés 112-13)Un desacuerdo con el nuevo gobierno hace que dimita un puesto de
cónsul que le habían ofrecido, precipitando su vuelta a Cuba en 1874, donde El Moro Muza va a sufrir primera vez, de
falta de lectores, por lo que Villergas se marcha a Argentina en1875.La reputación de Villergas como prohombre
español le precede a Argentina a causa de su todavía conocido
Sarmenticidio de hace
veinte años. Durante su estancia en Buenos Aires (1875-76) sigue
incitando a Sarmiento, ahora senador y ex-presidente de la República. También
escribe para el órgano peninsular de Buenos Aires, El Correo
Español, y funda un periódico de guerrilla
político-literaria, Antón Perulero . Allí entabla una nueva polémica nacionalista de repercusiones
internacionales, esta vez con Juan María Gutiérrez, conocido hoy en día como
uno de los primeros críticos y maestros de las letras
nacionales argentinas. Interesante asunto en el que Gutiérrez
rehusa un sillón como miembro correspondiente en la Real Academia
Española, citando que “llegar a académico significaba aceptar la tutela de una
institución monárquica y extranjera que pretendía coartar la libertad
lingüística de los americanos” (García Castañeda
144). La polémica sostenida entre el argentino Gutiérrez y el español Villergas
se hizo muy pública e incitaba el interés general del público
dado que “el tema de la discordia giraba en torno al lenguaje y a la salvaguardia del honor nacional respectivo”
(García Castañeda 144).Después de otra ... Continuará