martes, 3 de abril de 2012

Juan Martínez Villergas XLI

Curiosa crónica de deportes...                                 
                                                                                                                                   


Lunes, 27 de octubre de 1997

El ruedo ibérico
CARLOS TORO

El águila y la bala


Las chinas han vuelto. Durante los Juegos Nacionales de su país devastaron las tablas de natación y halterofilia. Para completar el panorama batieron dos veces en dos días y con dos atletas diferentes la plusmarca de los 5.000 metros. En el agua, entre récord y récord, borraron el último que mantenían las alemanas orientales. Auf wiedersehen. En la tierra, con las barras y los discos de hierro, hicieron trizas en una semana todos los topes mundiales. Todos. Pero no les serán homologados a causa de sospechas razonables de dopaje. Tres positivos registrados y muchos más intuidos.
Probablemente no nos terminaremos de aprender nombres como Yanyan Wu, Yan Chen, Xing Feng, Dong Yanmei, Jiang Bo y compañía. Cuando empezábamos a familiarizarnos con los de sus predecesoras, se nos evaporaron silenciosa o escandalosamente, con misterio o con desdoro. Pero, bajo sospecha o no, homologadas o no, las chinas han vuelto. Acaban de inaugurar uno de esos ciclos suyos que, a lo peor, resulta como los anteriores: una explosión descomunal y la pronta desaparición de las heroínas envueltas en historias incomprobables o en una nube comprobada de anabolizantes. Sucedió, por ejemplo, en el 93 con las atletas de mediofondo y fondo, amamantadas con sangre de tortuga y desaparecidas entre extraños dimes y diretes en las profundidades del inmenso y secreto país. Sucedió en el 94 con el equipo que dominó los Mundiales de natación de Roma y un año después, el previo a Atlanta, era diezmado por las sanciones.
Juan Martínez Villergas, poeta español de la primera mitad del XIX, escribió unos versos titulados El águila y la bala. En ellos, el ave y el proyectil se cruzan una apuesta sobre quién vencería en el vuelo. Se exponen mutuamente sus argumentos victoriosos y deciden pasar a la acción. «Subió la bala tan viva, que dio a su rival antojos, pues fue para darle enojos y centuplicar sus quejas, un estruendo a sus orejas y un relámpago a sus ojos. Subió el águila con calma cuando la bala caía, y le dijo: amiga mía, ¿quién se llevará la palma? Si te hundes en cuerpo y alma, paciencia, yo no desmayo, harás de tu capa un sayo. Pero que sepas es bueno que el que sube como un trueno suele bajar como un rayo».
¿Qué serán estas nuevas chinas: balas o águilas? 

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