miércoles, 11 de abril de 2012

Juan Martínez Villergas XLIII

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Extractos     de     Historia Masonería  1ª parte

de  Wikipedia,   la enciclopedia de contenido libre

La francmasonería o masonería se define a sí misma como una institución discreta de carácter iniciático, no religiosa, filantrópica, simbólica y filosófica fundada en un sentimiento de fraternidad. Tiene como objetivo la búsqueda de la verdad a través de la razón y fomentar el desarrollo intelectual y moral del ser humano, además del progreso social. Los masones se organizan en estructuras de base denominadas logias, que a su vez pueden estar agrupadas en una organización de ámbito superior normalmente denominada "Gran Logia", "Gran Oriente" o "Gran Priorato".
 
La escuadra (símbolo de la rectitud) y el compás (símbolo de los límites con los que debe mantenerse cualquier masón respecto a los demás, sobre todo respecto a los demás masones) son quizá los dos símbolos masónicos más conocidos. Aquí aparece también la letra "G", símbolo de la masonería que representa al Gran Arquitecto del Universo.
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En España, el poder de la Inquisición, reafirmado por el fundamentalismo religioso de la nueva casa reinante (Borbones) y el absolutismo político que caracteriza a la época, propició que la Masonería padeciera las más encarnizadas persecuciones desde su implantación.
En 1728 fecha se formó en Madrid, fundada por Lord Coleraine, Duque de Wharton, la Respetable Logia Matritense o de las Tres Flores de Lys. En 1729, el mismo personaje, coronel del ejército inglés al servicio de la Corona española, fundó varias logias más en Gibraltar y, en 1739, Lord Lovell, Gran Maestro de de la Gran Logia de Inglaterra, nombró al hermano Jacobo Commeford Gran Maestro provincial de Andalucía.
En 1740 Felipe IV, presionado por la Iglesia católica, se vio obligado por la bula de excomunión de Clemente XII a aprobar un severísimo decreto contra la Orden, el cual supuso que muchos hermanos, sobre todo de las Logias de Madrid, fueran encerrados en las mazmorras de la Inquisición, de donde partieron los que no fueron ejecutados durante los interrogatorios, para cumplir condena en galeras. A pesar de todo la Masonería continuó secretamente sus trabajos, y se extendió con rapidez por todo el país.
En 1751, la nueva bula de excomunión, esta vez lanzada por Benedicto XIV, dio aún mayor cobertura doctrinal a los fanáticos integristas y tomó nuevas fuerzas la persecución, multiplicándose su crueldad. Un sádico ambicioso, el padre Torrubia , esperando conseguir un obispado al consumar su vesania, aprovechó su cargo de censor y revisor de la Inquisición y de los más de 20.000 bellacos que el Santo Oficio utilizaba para espiar hasta en el último rincón del reino, para poner en marcha un plan destinado a llevar al patíbulo a todos los francmasones españoles, y extirpar la Francmasonería de los Estados del Rey católico.
Obtuvo del gran penitenciario, del Papa, dispensa y absolución para el juramento que se le había de exigir al ingresar en la Orden y así se hizo recibir con un nombre falso. Se enteró inmediatamente de cuanto le interesaba y, con la ayuda de sus 20.000 espías, confeccionó una tan falsa como espantosa acusación, a la que iba unida una lista exacta de las 97 Logias que había en ese momento en España, la cual entregó al Tribunal Supremo de Justicia de la Inquisición, en Madrid.
Las consecuencias no se hicieron esperar y pronto millares de francmasones, cuyos nombres constaban en la infame acusación de Torrubia, fueron presos y sometidos a los más crueles tormentos en los calabozos de la Inquisición. Al tiempo, Fernando VI se veía obligado por las presiones de la Iglesia, a decretar la prohibición del ejercicio de la Francmasonería por ser una Orden sospechosa y perjudicial para la religión.
Algunas Logias, sin embrago, continuaron reuniéndose en secreto, principalmente en ultramar donde la persecución fue más moderada. Por ejemplo, en La Habana, donde las autoridades, temerosas de la reacción de los comerciantes extranjeros, no se dejaron someter por las presiones de la Inquisición.

Lógicamente, la situación de clandestinidad en la que durante estos años vivió la Masonería ha hecho que muy pocos documentos de la época hayan llegado a manos de los historiadores, a pesar de esto sabemos que en 1772 se constituyó una Logia, compuesta mayoritariamente por militares de la Guardia Valona del Rey, dependiente del Gran Maestro Provincial de los Países Bajos.
En 1780, el conde de Aranda, fundó el Grande Oriente Nacional de España (primer antecedente del actual Grande Oriente Español) del que fue su primer Gran Maestro. Pertenecieron a esta Obediencia, entre otros: el duque de Alba, consejero de Estado; don Manuel de Roda, ministro de Gracia y Justicia; don José Nicolás de Azara, embajador en Roma; don Pablo Antonio de Olavide, síndico de Madrid y superintendente de las colonias de Sierra Morena; don Melchor de Macanaz, ministro de Carlos II, Felipe V y Fernando VI y don José Moñino, nombrado por Carlos III conde de Floridablanca.
Masones ilustres de la época fueron, entre otros, don Manuel Luis de Urquijo, ministro de Carlos IV; don Juan Antonio Llorente, secretario del Santo Oficio; el General O'Farril, el conde de Cabarrús, el conde de Campo Alanje y el célebre dramaturgo Leandro Fernández de Moratin.
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En enero de 1815, con el primero de una serie de decretos de la Inquisición en el que se prohibía y condenaba a la Masonería, empezó un período que para muchos masones significó, cuando no la muerte, si la prisión o el exilio.
En 1820, gracias al pronunciamiento del masón don Rafael de Riego, se vuelve al régimen constitucional y, con la libertad, la Masonería vuelve a trabajar libremente durante todo el trienio para volver a las catacumbas, obligada por la más encarnizada, si cabe, persecución contra masones y liberales, que desata Fernando VII desde 1824 hasta el final de su, para España, triste reinado.
Con la muerte del rey, durante las regencias de María Cristina (de 1833 a 1840) y de Espartero (1840 a 1842), así como durante el reinado de Isabel II (de 1843 a 1868), la Masonería sigue prohibida.  
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De entre los miembros de la Francmasonería española en aquellos años, destacan por su constante labor en favor de la libertad los generales: Espoz y Mina, Porlier, Lacy, Milans, Alava, Van Halem, O'Donojú, Torrijos, O'Donell, Santander, Zayas, Morillo, Moreda, Valdes y Martínez de San Martín. Los jefes y oficiales: don Ramón Latas, don Joaquín Vidal, don Ignacio López Pintos, don Eusebio Polo, Núñez de Arenas, don Patricio Domínguez, don Facundo Infante, don Antonio Quiroga, don Felipe Azo, don Juan Sánchez, don Ramón Alvarez, don Francisco Merlo, don Cipriano Lafuente, don Tomás Murciano, don Laureano Félix, don José Ortega, don Joaquín Jacques, don Juan Antonio Caballero, don Ramón Maestre, don Francisco Vituri, don Vicente Llorca, don José Ramonet y como ya he dicho antes el célebre don Rafael del Riego, jefe de la revolución de 1820 y Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del 33 y último Grado del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
                                                                          continuará...     

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