martes, 10 de mayo de 2011

Juan Martínez Villergas XVIII

LAS IDEAS DE MARTÍNEZ VILLERGAS SOBRE LA RISA EN LA RISA,  y III

La risa para él es algo cultural, una creación del hombre, y, por lo mismo, también efecto  de la superioridad que unos sienten sobre otros. Recordemos que la clasificación de Villergas refleja precisamente un origen también superior o de superioridad, en el que no se olvidan el resentimiento y el disimulo como causa de la risa; conceptos ambos que son, a su vez, expresión de la conciencia de la superioridad y del desprecio. Todo ello, de factura netamente romántica. «Todos reímos sin descanso desde la pila a la tumba», dirá Villergas, y no es de extrañar que así sea, si «el mundo que cruzamos tiene una tercera parte de ridículo, la mitad de tonto y lo restante está dividido entre los locos y los sabios». Algo que, al decir de Baudelaire, había comprendido bien la «escuela>> romántica, o, mejor dicho, una de las subdivisiones de la escuela romántica, la escuela satánica», pues «todos los descreídos de melodrama, malditos, condenados, fatal mente marcados por un
rictus que les llega hasta las orejas, se encuentran en la ortodoxia pura de la risa».
 El trabajo de Villergas sobre la risa resulta ser romántico, pues su idea de la risa acaba siendo la de una risa infernal que se ríe de lo que somos. Ante la pregunta de si existe una sonrisa romántica la respuesta no es fácil ni absoluta, pero a la vista de los textos consultados parece que sí. Incluso parece obligado, si hacemos caso de Jean-Paul, para quien «lo cómico debe ser siempre romántico, es
decir, humorístico — quien, en la misma línea que seguir Baudelaire, continúa —. Los prosélitos de la nueva escuela estética, muestran en sus obras burlescas, juegos dramáticos, parodias, etc., un espíritu cómico muy elevado». La sonrisa romántica sarcástica se da en La risa no sólo mediante la burla y exageración de los tópicos románticos. Se percibe en ella además la sonrisa irónica de algunos románticos que se miran a sí mismos distanciados y deformados por la exageración. En el caso de las contribuciones que en este periódico se dedican al Romanticismo, muy cerca del
costumbrismo satírico, se tiene la impresión de que se lo entiende como algo pasado, y se sugiere que muchos de sus seguidores han perdido el rumbo, o se han excedico en su imagen externa hasta el punto de vaciarla de contenido y ser objeto de risa, algo que las
ilustraciones subrayan drásticamente. Villergas, elevándolo todo a consideración general,lo expresó con la fácil crueldad a que se referiría Baudelaire en el artículo citado:
El hombre risueño agrada en todas partes; pero cuide de no ser más que risueño, porque si es risible ya se acabó todo para él; pues saben ustedes bien que los epítetos de pillo, vicioso, ladrón y asesino, no suenan tan mal a un hombre de sentido, como el que digan que es el
hazme retro la irrisión de todo el mundo.
Una sonrisa romántica desengañada, irónica y cargada de melancolía como el humor de los «locos melancólicos» de Jean-Paul, que llegaban al desprecio universal.
JOAQUÍN ALVAREZ BARRIENTOS
CSIC (Madrid)

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