domingo, 8 de mayo de 2011

Juan Martínez Villergas XVII

LAS IDEAS DE MARTÍNEZ VILLERGAS SOBRE LA RISA EN LA RISA II


Sobre la barandilla del puente estaba un hombre haciendo preparativos para el infierno. Primero le vieron beber un líquido de mal color que le hizo arrugar el gesto; luego se ató una soga al cuello con un nudo corredizo y al otro extremo había una piedra de dos arrobas cuyo peso le iba a poner la garganta como un fideo. Tenía en la mano una pistola cargada y estaba inclinado al río para zambullirse en el agua en el momento de levantarse la tapa de los sesos. La muerte no podía estar más bien desafiada. Si escapaba del veneno iba a morir del tiro, si este faltaba debía perecer ahorcado, y últimamente, de morir ahogado no podía librarse porque la profundidad era inmensa y Crespo nadaba como un manojo de martillos (p. 159). Naturalmente, el calavera no muere, y es pescado por el padre de la joven raptada, acción que ilustra uno de los grabados más grotescos de la revista.

Algo que resulta evidente en el artículo introductorio de Martínez Villergas sobre la risa, en el que la define y diserta irónicamente sobre ella remedando el estilo oratorio de un discurso político 16. Para Villergas, la risa es un sentimiento, como lo es el llanto, «producido por la impresión que hacen las cosas en nuestros sentidos».  CHARLES BAUDELAIRE, «De la esencia de la risa y en general de lo cómico en las artes plásticas», en Lo cómico y la caricatura, Madrid, Visor, 1988, p. 40. Tomo I, 2 de abril de 1843, pp. 1-3.

Ahora bien, no todas las cosas hacen reir: «la locura, la necedad, la ridiculez en toda la latitud de esta expre sión, producen infaliblemente la risa» (p. 1); es decir, todo aquello que es reflejo de lo grotesco y humillante de la condición humana. Y, por si hiciera falta, lo aclara repitiendo el conocido tópico: «para que la mitad del mundo ría, es necesario que la otra mitad haga la víctima».
Martínez Villergas escribe un artículo humorístico definiendo la risa que, al final, resulta romántico por amargo, porque, como Jean-Paul, destaca el carácter melancólico del humor y de la risa románticos y porque lo articula sobre el contraste de lo subjetivo con lo objetivo, o, como diría el autor alemán, de lo finito con lo infinito. Es la de Villergas una definición, con una clasificación posterior de carácter físico y moral, donde no se olvida «la sonrisa y la risita» (p. 21) y todo aquello que la risa o la sonrisa pueden expresar. Hay coquetería, hay «risas espontáneas» (p. 2), sardónicas, «arrancada[s] al despecho, a la cólera del que en su interior padece horriblemente» (p. 3); hay «risa irónica, risa diplomática, risa de palacio» (p. 3), que todas tres son sinónimas. Hay risa «en los altos círculos», donde se engaña al hombre; pero la peor de todas las risas es la «del esclavo», porque todo debe pare-cerle bien y a todo debe acomodarse de buena gana, como si fueran ocurrencias, escribe, salidas de las plumas «de Larra, de Quevedo o de Paul de Kock» (p. 3). Y así establece Villergas una necesaria y lúcida relación entre risa e impotencia, risa y cólera, que es una característica de la risa romántica, como señalaría también Bau-delaire, pues tiene interés comprobar las coincidencias que se dan entre este artículo de 1843 y el trabajo de Baudelaire de 1855. El poeta francés da mayor hondura a sus reflexiones, pero ambos parecen partir de semejantes posturas y llegar a parecidas conclusiones. Si el vallisoletano veía necesario, para reír, que parte de la sociedad fuera víctima de la otra mitad, el poeta maldito da como indudable que la risa humana está unida a «una desgracia física y moral» y enumera algunos casos similares a los de Villergas (p. 20). Risa y lágrimas son también sentimientos y, como éste, Baudelaire clasificará la risa: «el hombre muerde con la risa..., fascina..., endulza a veces su corazón...» y, yendo más lejos que el español, dirá que «lo cómico es un elemento... de origen diabólico» (p. 21) y que, por tanto, la risa sólo será posible gracias al cristianismo.

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