miércoles, 2 de noviembre de 2011

Juan Martínez Villergas XXIII 1

       Téngase en cuenta que el siguiente artículo fue escrito en 1848, con las singularidades que en esas fechas había en España . A pesar de ello, se pueden sacar  algunas aplicaciones a situaciones actuales.. depende de cada uno.


El Tío Camorra
Periódico político y de trueno   Madrid, 18 de junio de 1848
tomo II, paliza 43, páginas 257-262
[Juan Martínez Villergas]

Ortografía

En vano apuramos los conocimientos humanos para hallar explicación a las cosas que ocurren en España. Si apelamos a la filosofía, nos salimos con las manos en la cabeza; porque en este país nunca ha habido ni habrá filosofía, y le damos por ello el parabién. Demasiadas contiendas tenemos para que pretendamos añadir un eslabón más a la cadena de nuestros embrollos. Las matemáticas tampoco nos ofrecen cosa de particular, y esto se concibe bien, porque las matemáticas requieren exactitud en las verdades, y nada hay en nuestro país que pueda confundirse ni que siquiera se aproxime a la exactitud. La lógica tampoco sirve [258] para lo que nosotros apetecemos, por la sencilla razón de que lo que no es lógico no es matemático, y vice-versa. Esto no necesita demostración; pero si se quiere algún ejemplo, lo encontraremos a la mano. El señor González Brabo, que en sus mocedades pertenecía al partido liberal, y algo más que esto, al partido de las revueltas y de la anarquía, se metió de la noche a la mañana a predicador, preconizador y mantenedor de la arbitrariedad, lo cual no tiene nada de lógico. Luego que fue embajador y le creció un poco la tripa, se apartó de los moderados, encomendando su suerte a los puritanos. ¿Y para qué? Para desertar de los puritanos como había desertado de los moderados, después de haber desertado de los progresistas, a quienes se acogió durante algunos meses como desertor de los revolucionarios. Esto no es lógico. ¿Qué es esto? Nosotros sólo sabemos que antes de ayer se celebró, según dicen, cierto banquete a que asistieron personas de importancia, y como era natural y lógico (aquí hubo lógica), tratándose de personas de importancia, nadie se acordó de González Brabo. Podía este señor resignarse con su suerte, pero nada de eso: parece que el tal hombre lo ha tomado a pechos y está que trina contra los moderados; y como que no puede pertenecer más a los puritanos porque ya no hay puritanos, ni a los progresistas porque le detestan, resulta que el señor Brabo no tiene más remedio para vengar el desaire que pasarse a los carlistas. Y es capaz de hacerlo si se le pone en la cabeza, que sería lo que hubiera que ver eso de hacerse un hombre absolutista porque no le dan de almorzar. Nosotros no nos sorprenderíamos, francamente; porque habiendo Brabo figurado como republicano, como progresista, como puritano y como moderado furibundo, ya para lo que le falta debe dar el último paso. Hay más; si el señor Brabo desea saber nuestro dictamen, diremos que no debe hacer causa común con los absolutistas, por lo mismo que el paso sería lógico; pero que debe abrazar la causa del absolutismo para vengar el desaire del almuerzo, por lo mismo que no es lógico. Si yo fuera montemolinista, tal es la idea que tengo de González Brabo, que en revancha de lo del almuerzo le convidaría a merendar y a cenar, con la condición de que me había de prestar un juramento, el juramento de no pertenecer jamás a mi partido; porque así como en la comedia Un cuarto con dos camas se dice que cuando se juega una mujer, el que gana, pierde; y el que pierde, gana; del mismo modo creo yo que el señor Brabo es una de esas notabilidades políticas que se deben jugar al gana-pierde, y ¡ay del que se lo lleve! Bien se le puede decir aquello de «no te arriendo la ganancia.»

Si las cosas de España carecen, como llevamos dicho, de reglas matemáticas, de lógica y de filosofía, no tienen mucho que agradecer a Dios en punto a gramática, como que por ir todo al revés, ahí está Salvá, que según dice uno de nuestros mejores hablistas, ha hecho una gramática, cuyo título debía ser: [259] «Tratado completo en que se dan reglas fáciles y seguras para hablar mal el castellano.» Veamos si puede sacarse algo de la ortografía. Puede que sí.

¿Qué oficios hacen los signos de la ortografía en nuestras costumbres políticas? Muy importantes. Tenemos, por ejemplo, los estados de sitio, que son el punto final de todos los hombres de gobierno probados hasta la presente. No hablemos de la coma, donde todos los actos y todos los pasos del hombre público se encaminan a un fin, a comer. Lo que ofrece a primera vista poco partido es el punto y coma, signo más común entre los franceses que entre los españoles. Sin embargo, como que hemos estado tanto tiempo surtiéndonos de todo en el almacén de los traspirenaicos, también nos ha tocado este signo, que no carece de significación política, atendiendo a que después del punto y coma, según los que lo entienden, suele continuar la oración con un pero o cosa parecida. Y en efecto, el pero es una de las palabras que más juegan en nuestras leyes. «Tenéis Constitución, se nos dice, y todos la debemos acatamiento (punto y coma); pero en algunos casos el gobierno podrá prescindir de ella para ejercer el mando.» Y como consecuencia de esto ocurren una porción de peros, a saber: Todos los españoles son iguales ante la ley; pero la ley no es igual ante todos los españoles. Ningún ciudadano puede ser preso ni detenido sino por el tribunal competente; pero en situaciones excepcionales cualquiera puede ser preso o detenido sin que le valga la bula de Meco. Todo español puede expresar libremente sus ideas por medio de la prensa, sin sujeción a previa censura (pongamos aquí tres veces punto y coma, porque cuando menos se ocurren tres peros);;; pero ha de poner seis mil duros de depósito en el Banco de San Fernando, y si nó no puede imprimir sus ideas, aunque sea tan español como el primero; pero además ha de llevar sus escritos a la aprobación del señor jefe político, dos horas antes de proceder al reparto; pero también puede ocurrir que el uso de tan precioso derecho cueste a los ciudadanos un viaje a Filipinas. En fin, se dice igualmente: «No podrá el gobierno recaudar contribución ninguna que no esté votada por las Cortes;» pero suele cobrarlas. Mucho papel tendríamos que emborronar si fuéramos a apurar todos los peros que se nos ocurren; pero (allá va otro) no queremos abusar de la paciencia de nuestros amados lectores.
                                                                                                                                                                              Continuará...

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